Vienen a mis cuadernos las palabras desde el cielo. Por si tú quieres saber, planean sobre calles y volcanes. Acaso se sorprenden de la móvil quietud de mi alma oceánica. Tan vertiginosa, desde la luz de sus profundidades; tan sigilosa como la mirada eternamente protectora de los Soportales.Soy puente, pasarela, gondolero por canales infinitos. En secretos pasadizos, en caminos de hojarasca siguiendo rutas estelares. Duende en las Corredoiras; brujo , si lo diabólico, como a menudo ocurre, me tiende siniestras emboscadas.Calle Mayor arriba o serpenteando zarzales que anuncian el tam tam del Campo de la Fiesta. Soportales y Corredoiras me brindan sólida arquitectura afectiva, la que se eleva edificada y la que dibuja la Naturaleza Madre en el verde cada vez más verde de mi norte risueño. Son mis referencias, faros para el amerizaje de mis embajadas anímicas en la Tierra. También actúan como cómplices en mis fugas . Por ventanales trepo a los tejados cual gato verbenero. Allí donde acaban los ascensores, donde laten, en danzas húmedas, las más coquetas buhardillas. Voy de Santander a Treviso, de Lima a Taormina , de Venecia a Cáceres, de Turín al Bosque Encantado de mi Piño ancestral. Soportales - cremallera, que abren y cierran lugares donde aún cultivo el arte de susurrar "te quiero más todavía". Corredoiras juguetonas, laberintos entre serpientes y sabrosas frambuesas y moras. Enclaves supremos para rehacer y conectar el árbol sagrado de mis conexiones naturales. Sé que me mira la vida y me considera de la partida cuando me guarezco de toda suerte de fríos en los Soportales de Palencia o Alcalá de Henares, de Tarragona o Bérgamo. Sé que activo el futuro en proyección cuando me despisto jugando con lechuzas y búhos en el bosque misterio, donde lucen sonrientes las Corredoiras.